Una dulce madera
El cuerpo del Clarinete puede estar hecho de madera, ebonita o ABS. Su perfeccionamiento, en el siglo XIX, con un sistema de llaves mejorado lo situó en un lugar privilegiado entre los instrumentos. La belleza de su timbre lo hace apto para interpretar pasajes como solista además de ser un instrumento de enorme agilidad y sonoridad, en especial para la ejecución de trinos y cromatismos.
El timbre del clarinete es rico en matices y posibilidades expresivas. Junto a la flauta y el violín es el instrumento más ágil de la orquesta; puede emitir cualquier matiz extremo en cualquiera de sus registros, lo que hace de este instrumento una voz sumamente versátil, dicha capacidad de emitir matices extremos en cualquier registro es única entre todos los instrumentos de viento. También es uno de los instrumentos con una de las extensiones más grandes en su registro: el soprano alcanza más de cuatro octavas (desde un mi2 y por encima hasta las posibilidades del músico) y los modernos clarinetes bajos ampliados sobrepasan las cinco octavas.
Su característico timbre se debe a la geometría cilíndrica de su cuerpo, lo que produce una casi anulación de los armónicos pares, lo que —desde el punto de vista espectral— lo hace parecido a una onda triangular. Como consecuencia, cuando el ejecutante abre el portavoz, el salto de nota no es de ocho notas como en el oboe, el fagot (cuya geometría es cónica) o la flauta (en la que, aun siendo cilíndrica, el tubo es un cilindro abierto), sino de doce (o sea, una octava más una quinta). El segundo armónico (par) ha sido ignorado. El sistema más generalizado actualmente en el diseño de las llaves del clarinete es el Böehm.
La belleza y la plenitud del sonido se pueden lograr haciendo que toda la orquesta toque junto a los clarinetes
Gustav Mahler